Comentario
Al contrario de lo que ocurre con las estatuas de guerreros, las cabezas aparecidas en los castros corresponden tanto al convento lucense como al bracarense dentro del mundo castreño-romano del Noroeste: Barán, Cortes y Narla (provincia de Lugo); Armea y San Cibrán de Lás (Orense), O Castro, Gaxate y Agudelo (Pontevedra) y Monte Mozinho, Chaves y Tres Minas (Portugal) por citar sólo algunas de las piezas conservadas. En Asturias (San Chuis) también hay ejemplos, lo que demuestra que esta plástica es propia de todo el ámbito de la cultura castreña.
Existen muchas discusiones tanto sobre la cronología como acerca de la función de estas piezas, pues sus características en un territorio como el galaico pueden corresponder a un espacio temporal muy amplio, a lo que hay que añadir que no todas las piezas responden a la misma tipología. Parece claro que algunos ejemplares estarían destinados a ser empotrados en las paredes de las construcciones. Así, los procedentes de los Castros de Cortes, Barán y Armeá, que más bien dan un modelo de relieve plasmado en una piedra con rasgos muy sumarios. Son piezas interpretadas como cabezas-cortadas a imitación de las tétes-coupées de las Galias, tan estudiadas por Benoit, que otros autores llaman cabezas-trofeo o piensan hallarse ante retratos funerarios. Precisamente estas cabezas y otras de grupos diferentes son las que durante mucho tiempo representaron la imagen de la escultura del celtismo de toda la cultura de los castros, algo que hoy no se puede considerar, ya que nos encontramos frente a una escultura que aparece en castros en los que hay elementos romanos, por lo que no se puede hablar de escultura prerromana en su totalidad, a no ser que pensemos en los precedentes que sin duda hubo, pero ejecutados en madera.
Otro grupo está constituido por obras totalmente exentas, como las de Santa Iria, O Castro y Narla, de facciones muy rudas con la representación de los rasgos en forma muy simple. Caso aparte lo constituyen los llamados ídolos de Logrosa, que son piezas singulares dentro de la plástica castreña. Aparecieron, al parecer, junto con inscripciones dedicadas a Júpiter, por lo que se ha establecido una discutible relación entre las aras y los bustos. Se trata de dos grandes bloques de granito en los que se aprecian claramente los brazos con las manos cruzadas sobre el pecho y los dedos abiertos. Tienen la cabeza plana al igual que la cara y poseen torques al cuello.Un grupo no muy numeroso es el constituido por las representaciones de animales. Pero hay que tener en cuenta que este tipo de escultura zoomorfa no es propio de la cultura castreña del Noroeste. De hecho lo que podríamos llamar cultura de los verracos se extiende, esencialmente, por la zona portuguesa de Tras-Os-Montes (que no pertenece propiamente al área estudiada en este trabajo) y por el área que López Monteagudo denomina de la cultura de los castros de la Meseta, es decir, en zonas en las que la propia cultura castreña galaico-portuguesa no tiene presencia.
De todas formas existen algunos ejemplares, tanto de cuerpo entero como simplemente cabezas de diferentes animales, que se pueden mencionar. Entre los primeros, el de Viana do Bolo (Orense) y Monterroso (Lugo) y, entre los segundos, una serie de piezas que tal vez se hiciesen para empotrar en las paredes de las construcciones. Por lo que hoy sabemos, estas esculturas zoomorfas parecen ser un elemento de la influencia de las culturas de los castros de la Meseta en el Noroeste hispánico ya que su aparición está muy localizada. Algo semejante a lo que ocurre con un sistema defensivo, propio también del ámbito castellano-leonés, como es el de las piedras hincadas, que solamente encontramos en la Gallaecia en su parte oriental (O Incio, O Laurel...), lo que demuestra claramente su origen.